domingo, 10 de julio de 2011

¿Buena elección?

El sol pesaba como una losa aquel agosto. Cada vez que levantaba la azada para clavarla en la tierra el sudor le brotaba con más intensidad por cada uno de sus poros, pero esto no impedía que la herramienta se hundiese en ella como un cuchillo en mantequilla, ya que pesar de su juventud, veinte años como agricultor lo avalaban. En uno de esos poderosos y precisos golpes desenterró un objeto que no le era familiar. Se puso en cuclillas para escudriñarlo mejor y aún así seguía ignorando que se encontraba junto a sus pies. Se decidió a cogerlo y cuando lo hizo le escupió y lo frotó con su manga en un intento de quitarle aquella gruesa capa de polvo. Entonces fue cuando algo semejante a una espesa niebla salía de aquel extraño objeto. Esa "niebla" fue adquiriendo forma poco a poco hasta convertirse en una hermosa mujer, la cual, en un castellano perfecto le concedió un deseo. Eso sí, le advirtió de que aquel deseo le acarrearía graves consecuencias. Después de pensarlo diez segundos habló y le pidió unos ingresos de cinco millones de euros anuales hasta el fin de sus días. Y así se lo concedió "la hermosa mujer".
Al cabo de unos años, después de una vida de excesos y vivir cada día como si fuese el último, le detectaron un problema en sus riñones que lo condenó a una máquina de diálisis de por vida. Tendría que estar enganchado a aquella máquina seis horas al día. Pero como el dinero era algo que le sobraba acondicionó una de las habitaciones de su mansión  para instalar una.
Fue una  noche de agosto mientras renovaba su sangre cuando se le volvió a aparecer la "bella mujer". Ésta le preguntó si aquella vida de ostentación y lujo le habían merecido la pena a costa de hipotecar su salud. Entonces el "agricultor" le respondió:
-Durante veinte años he trabajado como una mula con sol, viento, lluvia, nieve... Cuando me levantaba por las mañanas, a las seis, mi espalda era como una visagra oxidada. Mis manos estaban agrieteadas y mi cara reseca como la arcilla horneada. Mi sueldo era miserable y apenas me permitía tener dos calzados, mucho menos salir e invitar a una chica al cine o a una cena. ¿Qué si me ha merecido la pena hipotecar mi salud? Tengo una máquina de diálisis en mi casa, concretamente en una habitación acondicionada, donde además  tengo un jacuzzi, una sauna y en ocasiones una guapísima enfermera que me da masajes y me cuida durante las seis horas de rigor. Creo que mi salud está mejor que nunca, he cambiado doce horas en el campo los siete días de la semana, por seis horas tumbado con todas las comodidades. ¿Es buena elección?

1 comentario:

  1. Me encanta como escribes, pero no estoy de acuerdo con el contenido.

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