martes, 19 de julio de 2011

Añorada libertad

 
 Como las olas de mar rompiendo en los acantilados, como el viento abriendo y cerrando puertas ajenas, como el fuego escupido por un volcán, así soy yo, libre como...
Lo siento os tengo que dejar, mi mujer me llama.

domingo, 10 de julio de 2011

¿Buena elección?

El sol pesaba como una losa aquel agosto. Cada vez que levantaba la azada para clavarla en la tierra el sudor le brotaba con más intensidad por cada uno de sus poros, pero esto no impedía que la herramienta se hundiese en ella como un cuchillo en mantequilla, ya que pesar de su juventud, veinte años como agricultor lo avalaban. En uno de esos poderosos y precisos golpes desenterró un objeto que no le era familiar. Se puso en cuclillas para escudriñarlo mejor y aún así seguía ignorando que se encontraba junto a sus pies. Se decidió a cogerlo y cuando lo hizo le escupió y lo frotó con su manga en un intento de quitarle aquella gruesa capa de polvo. Entonces fue cuando algo semejante a una espesa niebla salía de aquel extraño objeto. Esa "niebla" fue adquiriendo forma poco a poco hasta convertirse en una hermosa mujer, la cual, en un castellano perfecto le concedió un deseo. Eso sí, le advirtió de que aquel deseo le acarrearía graves consecuencias. Después de pensarlo diez segundos habló y le pidió unos ingresos de cinco millones de euros anuales hasta el fin de sus días. Y así se lo concedió "la hermosa mujer".
Al cabo de unos años, después de una vida de excesos y vivir cada día como si fuese el último, le detectaron un problema en sus riñones que lo condenó a una máquina de diálisis de por vida. Tendría que estar enganchado a aquella máquina seis horas al día. Pero como el dinero era algo que le sobraba acondicionó una de las habitaciones de su mansión  para instalar una.
Fue una  noche de agosto mientras renovaba su sangre cuando se le volvió a aparecer la "bella mujer". Ésta le preguntó si aquella vida de ostentación y lujo le habían merecido la pena a costa de hipotecar su salud. Entonces el "agricultor" le respondió:
-Durante veinte años he trabajado como una mula con sol, viento, lluvia, nieve... Cuando me levantaba por las mañanas, a las seis, mi espalda era como una visagra oxidada. Mis manos estaban agrieteadas y mi cara reseca como la arcilla horneada. Mi sueldo era miserable y apenas me permitía tener dos calzados, mucho menos salir e invitar a una chica al cine o a una cena. ¿Qué si me ha merecido la pena hipotecar mi salud? Tengo una máquina de diálisis en mi casa, concretamente en una habitación acondicionada, donde además  tengo un jacuzzi, una sauna y en ocasiones una guapísima enfermera que me da masajes y me cuida durante las seis horas de rigor. Creo que mi salud está mejor que nunca, he cambiado doce horas en el campo los siete días de la semana, por seis horas tumbado con todas las comodidades. ¿Es buena elección?

lunes, 4 de julio de 2011

"Palabras pre-morten"

 
No existen palabras vacías en la antesala de la muerte, pues es el momento en el que nuestra cabeza adquiere su máxima cordura.

Depresión

Momentos de gran lucidez en los que pensamos y/o decimos cosas que la mayoría de las personas no se atreven o les da miedo afrontar.

Eres un embaucador

- ¿Qué pasa tío?
- Pues nada, acabo de terminar de trabajar y me estoy aseando un poco para...
- Seguro que te vas a tu casa.
- ¿Dónde mejor? Después de un largo día de trabajo de acá para allá lo que más me apetece es estar con la familia, ¡qué llevo doce horas sin verla!
- Jajaja. Joder que calzonazos estás hecho. Vente a tomarte unas cervezas y deja a la mujer tranquila, que como se acostumbre..., le das el dedo y te coge el brazo.
- Pero si yo tengo mi tiempo de ocio, voy casi todos los días a correr a la playa, leo, ...
- Anda, anda, no te engañes más a tí mismo, que te pasas el día entero en el agujero pendiente de tu mujer. ¿No eres tú el que trabaja? Tómate tus licencias y...
- ¿Cómo? Mira. El despertador suena todos los días a las 7:30 am. Después de cinco minutos de remolonear me levanto, me aseo, desayuno y me voy. Cuando llego a la oficina, charlo con los compañeros, compartimos impresiones, nos reímos, comemos juntos, etc. Termina mi jornada laboral y vuelvo a casa.Entonces me encuentro a mi esposa dándole la merienda a las niñas, yendo de un lado para otro, con la cuchara llena de una mezcla de yogurt y fruta. Después de hacer muchos metros para que mis hijas coman, se preocupa por limpiar todo (que no es poco), pisadas de la mezcla, platos y vasos sucios, paredes con la marca de las manos, y un largo etcétera que me voy a ahorrar en contarte. Aún así tiene tiempo para recibirme con una sonrisa y un beso. Pero ahí no acaba todo, ella también se levanta a las 7:30 am, pero no remolonea los cinco minutos de rigor, se asea y desayuna. Limpia y prepara lo que puede antes de que las niñes se despierten porque cuando lo hacen deja todo, les prepara el desayuno para dárselo. Sigue haciendo labores del hogar, pero con un ojo en la casa y otro en las niñas, no sea que les pase algo. Luego llega el almuerzo, que es mucho peor que la merienda. Más tarde las intenta dormir entre nanas y cuentos, y cuando lo consigue come con prisas, para volver a recoger la casa antes de que las niñas escuchen el ruido de una mosca y ufff. ¿Quieres que siga? Yo creo que con esto puede bastar. Y ahora contéstame, ¿quién es el calzonazos, ella o yo? ¿Quién se coge el "brazo"?
- Ya, pero esa es su obligación - me decía a mí mismo frente al espejo del baño de la oficina-.
- ¡Ay, amigo mío!, ¿no sabes que "El egoísmo es el mayor de los embaucadores"?, por eso hoy soy inflexible y no me dejo embaucar.